Símbolo de riqueza y lujo en algunos casos, presente en muchas celebraciones y fechas señaladas y para muchos el mejor amigo del aperitivo que nos tomamos el domingo o los días de playa; uno de los alimentos más interesantes nutricionalmente hablando es el marisco. Estas auténticas joyas del mar -y no solo por unos precios a veces prohibitivos- deberían formar parte de cualquier dieta sana y equilibrada por su valor nutricional, aunque siempre tomándolos con moderación si no queremos logar un efecto contraproducente.

Las bondades de la dieta mediterránea, los mariscos

Antes de seguir con sus beneficios para la salud conviene destacar los dos tipos de marisco que hay, los crustáceos y los moluscos. Los primeros tienen patas articuladas y una capa muy resistente que protege su cuerpo. Son las gambas, langostas, langostinos, cangrejos o camarones, por citar los más destacados. En cambio el cuerpo de los moluscos es blando. Los mejillones, almejas, berberechos u ostras tienen una concha, formada por minerales, que los protege; pero la sepia, el calamar o el pulpo no presentan esa protección.

¿Para qué es bueno el marisco?

Prácticamente todos los mariscos son aptos para cualquier dieta saludable. Por ejemplo, si quieres perder peso debes saber que el importante aporte proteico los convierte en un alimento saciante, y si acompañas el marisco de alimentos ricos en fibra (arroz o pasta integral, vegetales frescos, etc.) el efecto será aún mayor. Precisamente esa riqueza en proteínas combinada con una aportación escasa de calorías hace que el marisco sea una de las mejores fuentes de proteína magra, convirtiéndose en un alimento muy interesante para los deportistas.

El marisco es rico en vitaminas del grupo B, en vitamina A y en vitamina D, así como en distintos minerales. Por ejemplo, el fósforo te ayudará a asimilar las proteínas, grasas y carbohidratos, además de contribuir al buen funcionamiento del sistema nervioso y muscular; y el calcio es clave en la salud ósea y la lucha contra problemas como la osteoporosis. Si no tomas lácteos cualquier marisco te ayudará a compensar ese déficit de calcio. Para sacar el máximo rendimiento a los minerales del marisco conviene prepararlo con ingredientes ricos en vitamina C (zumo de limón, tomate, perejil), que favorecen el uso del calcio o el hierro.

Otro aspecto a destacar es la presencia de los ácidos grasos poliinsaturados, esenciales para que el organismo funcione. En la mayoría de los casos estos ácidos grasos contrarrestan el colesterol que nos aportan -luego hablaremos de ello-, y convierten al marisco en un alimento muy beneficioso para nuestro corazón: se reduce la posibilidad de que se formen coágulos o de sufrir cualquier enfermedad cardiovascular, desaparecen las grasas malas… Finalmente, las purinas aumentan el ácido úrico en sangre.

Precauciones que hay que tener con el marisco

A grandes rasgos los beneficios que nos aporta el marisco son similares a los del pescado blanco, aunque hay ciertos matices que conviene destacar. Por ejemplo, las purinas de las que acabamos de hablar, que nos pueden disparar el ácido úrico, o la mayor presencia de sodio. Por eso las personas hipertensas o que padezcan problemas como la gota deberían reducir al máximo el marisco en su dieta, o incluso eliminarlo. En cualquier caso, el marisco fresco tiene menos sodio que el congelado, algo a tener en cuenta entre los hipertensos.

También hay que tener en cuenta el colesterol de los chipirones, mejillones o langostinos, que es superior al del resto de mariscos. Quizá no figuren en la lista de mejores mariscos para la salud, pero siempre que los consumamos con moderación no hay ningún problema con ellos. Finalmente está la cuestión de las alergias al marisco, las cuáles si deben hacernos eliminar de la dieta el tipo de marisco al que somos alérgicos si no queremos poner en riesgo nuestra salud.

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